Thursday, August 14, 2008

PUNTADA OLÍMPICA

Sí, también he sucumbido a los olímpicos. Llevo varias noches trasnochando como hipnotizada por la fuerza, la agilidad, la elasticidad, la rapidez de tantos seres humanos. Pero no es sólo eso; también estoy encantada con la diversidad de colores, formas, tamaños de los cuerpos humanos y todos me parecen bellísimos. Días atrás estaba leyendo sobre los "trucos" que usan los diversos animales para conquistar y también sobre los "trucos" humanos; una teoría acerca del instinto de emparejamiento dice que muchas de nuestras habilidades y talentos resultan innecesarios para sobrevivir y que tienen su justificación en el cortejo y la reproducción. Así que componemos versos, bailamos, cantamos, inventamos historias y, claro, probamos nuestras destrezas en múltiples deportes para atraer a nuestras parejas... Así que no puedo dejar de pensar en esto mientras veo a Phelps rompiendo uno tras otro los récords de natación o a los gimnastas chinos, rusos o japoneses o a los pesistas, esgrimistas, boxeadores... Claro, también podría pensar que los deportes se han transformado en la forma "civilizada" de luchar y, al ver las demostraciones de poderío chino y su determinación para vencer a los norteamericanos... pues sí, no lo puedo dudar. Sin embargo, más acá de esas competencias mundiales, me pregunto: ¿para qué sirve entrenar con ahínco para levantar 150 kilos? ¿Para qué sirve hacer goles, cestas, piscinas, botes, saltos...? ¿Para ganar dinero, fama, reconocimiento? Sí, y ¿para qué queremos ganar dinero, fama y reconocimiento? Pues sí, creo que para emparejarnos, para construir nuestra pequeña comunidad de dos y luego, quizás, de tres... Hacemos todo esto (no sólo los deportes, sino los versos y los cantos y...) para no estar solos, para amar y ser amados. Por lo visto no puedo dejar de pensar en lo que es mi obsesión, ni siquiera cuando veo los Juegos Olímpicos. Un abrazo deportivo y amoroso.

1 comment:

Anonymous said...

El asunto es que también hacemos todas esas cosas por el simple hecho de que la pareja que más nos gusta somos nosotros mismos: vernos en el espejo y decir sin temor "Me gusta lo que veo. Al final soy lo que quise ser". Algunos hacen miles de piscinas para eso, otros, intentan dilucidar para qué demonios sirve la vida. Ambos tienen su mérito.