Sunday, August 26, 2007

Puntada sobre los 39

Hay en Bogotá, por estos días, 39 escritores menores de 40 años... El jueves escuché a 3 y ayer, sábado, a otros 7. Los 10 me cayeron muy bien, me parecieron personas amables, divertidas, inteligentes y, sobre todo, muy sencillas. De ese tipo de personas que son capaces de reírse de sí mismas, conscientes de que "ser" es un verbo que se conjuga en presente continuo durante toda la vida: "estoy siendo", inquietos y conmovidos por lo que sucede a su alrededor, convencidos de que no se puede hacer más salvo vivir con responsabilidad este día y escribir con amor las palabras a las que se alcanza. Fue conmovedor escucharlos hablar de lo que se llevan de Bogotá: la sensación de una ciudad cálida (a pesar del frío que le es propio), amable, en la que encontraron una respuesta generosa y curiosa a su presencia.
Ahora tengo entre manos una antología: quiero conocer más a estos escritores. Creo que si el evento Bogotá 39 generó esta misma curiosidad en unos 100 lectores valío el esfuerzo, creo que es preciso que sigan pasando cosas como esta en Bogotá, que nuestra ciudad abra sus puertas y se deje afectar por la presencia de seres bonitos. En fin, ahora parto, voy al Parque Nacional a decirles adiós a los 39. Un abrazo para todos.

Monday, August 20, 2007

Puntada sobre el no lugar

Estuve de "puente" en Melgar y creo que la expresión es perfecta; en realidad, estuve de puente. Me explico: mi familia es una de esas tradicionales hasta la médula, hasta el chiste (podrían haber inspirado la Pelota de letras sin que sintiéramos rastros de exageración), una de esas familias a las que a veces no es fácil pertencer, más difícil cuanto más diferentes son los intereses, la forma de comprender el mundo y las ideas que se tienen sobre cómo vivir la vida. En fin, para mí es a veces muy difícil pertenecer a la familia en la que nací. Esto no implica falta de amor y de respeto, es más, siento por mis padres una profunda admiración. Pero cuando estoy con ellos más del tiempo prudente de la "visita", me siento "fuera de lugar". Esa sensación de siempre de no pertencer, como el patito feo, se reactiva en mí luego de dos comidas compartidas. Puesto que no tenemos muchos temas en común, las conversaciones familiares tienden a convertirse en un encadenamiento depresivo de quejas, de peros, de males, de historias terribles de quienes hablan o de los muchos conocidos a lo largo de la vida. Camilo y yo callamos, hacemos gestos con los ojos, emitimos uno que otro comentario tímido del tipo "¿de verdad?, increíble" y procuramos levantarnos de la mesa rápido, antes de que la incomodidad se convierta en mal genio. Nos vamos al cuarto, donde el ventilador nos regala aire fresco y un tranquilizador zumbido, leemos, hacemos chistes, conversamos de todo un poco, nos adormilamos con Lupe enroscada a los pies de la cama. Y el ciclo vuelve a comenzar con la siguiente comida. Dos días están bien, funcionan, se pueden manejar. Uno se vuelve un puente, un medio que comunica dos orillas diferentes del río este que es la vida; voy y vengo entre quien soy y quienes son ellos, mi familia, esa que nunca será otra. Además están los libros, islas salvadoras en medio de la corriente (el fin de semana me permitió terminar "Todo cuanto amé", de Siri Hustvedt -la esposa de Paul Auster-; una magnífica novela sobre la ausencia, sobre los "dobles", sobre el arte, la amistad, el amor... muy, muy recomendada) y las caminatas con Lupe y los pájaros y las hermosas matas que mi mamá cuida con tanto esmero y el café delicioso que hace Miryam y que me tomo a las siete de la mañana, en medio de ese silencio lleno de cantos de pájaros que es un verdadero regalo. Este fin de semana, además, comprendí algo importante: mi misión es ser puente, cómo no. Un puente de palabras que le dé voz a esa historia familiar mía que no tiene nada de abuelas espiritistas ni abuelos alquimistas... a mi historia familiar tan normal, tan dolorosamente común, tan compleja en medio de múltiples y densos silencios. Sólo así tendrá sentido haber nacido allí, haber crecido en una especie de "no lugar" que ahora hace parte de lo que soy, de mi capacidad de desplazarme , de construir puentes, de ver mi orilla desde la otra y viceversa... Bueno, dejo de tejer. Gracias por los comentarios tan bonitos a la puntada anterior. Un abrazo.

Saturday, August 11, 2007

Puntada sobre cómo recibo la crítica

Soy una profesora de esas que se leen los trabajos de sus alumnos, los corrige y después los califica. Llevo ya muchos años haciendo esta labor: corregir, calificar. No es fácil, no es divertido, pero "parece seguro" (digo seguro porque no soy el agente pasivo, digo parece porque he caído muchas veces en la trampa de creerme mejor persona porque puedo corregirle a otros unos cuantos errores -soy humana y esta es una de mis sombras-). Cuando estaba en el colegio fui siempre la mejor alumna del curso, así que no le tenía miedo a las evaluaciones; en la universidad (tanto en la carrera como en la maestría) también me fue muy bien, me acostumbré a las buenas notas y a los comentarios elogiosos. Hasta me va bien en las evaluaciones que hacen los estudiantes, muy bien... Así que yo nunca he tenido problemas con la crítica porque ésta siempre ha sido buena... Una vez intenté aprender a jugar tenis, como en la primera clase fui la más descordinada y me "regañaron", pues abandoné. En otra ocasión, en una clase de danza contemporánea (mis primeras clases, a eso de los 20 años) tuve dos compañeras que llevaban bailando más o menos toda la vida, se aprendían sin dificultad las "frases" y cruzaban el salón en diagonal con tanta gracia y habilidad que, bueno, yo me sentía una hipopótamo con tutú brincando sin ton ni son; al mes siguiente no volví a clase, una vez más, abandoné. No voy a hacer una lista de mis deserciones ocasionadas en mi inseguridad... escribiendo esta puntada me doy cuenta de que han sido varias. Parece, pues, evidente que tengo problemas para aceptar la crítica cuando esta no consiste en elogios y buenas notas. Hace poco leí en algún lado que las mujeres tenemos una mayor tendencia a la neurosis del perfeccionismo, que esto tiene que ver con la necesidad de aprobación y reconocimiento (mucho más fuerte también en nosotras). En fin... Ayer tuve una sesión de trabajo con un par de editoras que quiero mucho y de las que siento estar aprendiendo un montón; no fue fácil, había mucho ruido y demasiados frentes, en medio de aquello, cogieron mi texto y lo desbarataron. Salí de allí sintiéndome la menos capaz, la más carente de imaginación, la menos adecuada para esta tarea de escribir. Claro, no voy a abandonar, esta vez no, en esto no, porque sería como dejarme tirada al borde de un camino desolado... Me siento vulnerable como hace mucho no me sentía y creo que eso es más bueno que malo, creo que sin esta sensación de carencia no podría aprender nada... La escena con las editoras es una más en una lista de "cosas que no han salido como las esperaba" de los dos últimos meses... Parece que es un tiempo de aprender. Bueno, dejo de tejer y les mando un abrazo.

Friday, August 10, 2007

Puntada sobre el retorno

Hace muchos meses no tejía... desde el 10 de noviembre del año pasado hasta estos días, 9 meses, he estado en algo así como un "periodo excepción": viajé, llegó la Navidad, volví a viajar, regresé y estuve en pausa, en un letargo general que parece estar terminando.
No es fácil regresar, a Ulises le tomó un montón de años hacerse a la idea de volver a su casa, a cuidar las ovejas y los olivos, a Penélope... bueno, no se sabe si ella dejó de tejer cuando regresó Ulises, quizás no, quizás siguió usando su estrategia para detener el tiempo, para estar sin estar, porque no debió ser sencillo ajustar su vida a la presencia de un extraño, por más esperado que haya sido. En fin, no es fácil volver a las rutinas, acomodar el cuerpo y la mente a los horarios y las responsabilidades. No es fácil porque tampoco se desea hacerlo.
En estos meses posteriores al viaje, he leído mucho, mucho, como mi estrategia penelópea de prolongar el viaje, de estar fuera de mí. Porque tampoco sé muy bien qué quiero ahora que sea "estar en mí"... Los viajes también contribuyen a que todo se cuestione, a que las cosas de siempre se vean de otra manera, a que nos hagamos esas incómodas preguntas. No he escrito mucho, todavía me cuesta. Hilar estas palabras no me resulta sencillo, estoy fuera de práctica. En fin, he vuelto. Las naves están otra vez en el puerto, ya me encargué de los asuntos domésticos que andaban pendientes, puedo volver a tejer. Un abrazo para todos.