Friday, December 23, 2005

Puntada triste


No se trata de un rechazo endémico de la Navidad, ni de una posición radical contra los sistemas de mercado exacerbados por estos días. No, es solo tristeza. Supongo que el gasto de energía de los últimos meses superó todas mis reservas y por eso no logro contrarrestar efectivamente este embate; supongo que los picos eufóricos donde también he estado en días recientes tienen su contrapartida de simas melancólicas. En fin, es muy probable que ahora que mi vida ha llegado a un borde de acantilado y ya no tengo ganas de devolverme o de quedarme a vivir allí, ahora que me veo llamada a saltar al océano, esté practicando a saborear el agua salada... Esta es pues una puntada poco festiva, una forma de llanto sin lágrimas. Este es un fragmento de un cuento que escribí hace unos años, premonición literaria; porque todo lo sabemos antes de saberlo:
"Laura pronunció estas últimas palabras mientras que unas lágrimas espesas como miel se escurrían suavemente por su rostro. Eran las primeras de las tantas que le faltaban por llorar. Ahora sabía que lloraba por ella, por una parte de ella que se había muerto sin que nadie lo notara. Le dolía sentir que a veces el amor no es suficiente; se acaba la confianza y no el amor, ella misma lo había dicho, y con ella se muere un poco la inocencia. Ya no creía en el amor eterno, en el antes tan soñado "hasta que la muerte los separe", y mucho menos en el "y vivieron por siempre felices" que se supone sigue a la palabra FIN en los cuentos de hadas y en las viejas películas gringas. Ante Laura desfilan ahora los créditos de su más reciente producción, los observa desteñidos por el llanto y trata de ubicar su nombre, en la interminable lista de actores, estilistas, productores, encargados de vestuario...
Laura navegó y naufragó, le esperan otras navegaciones y uno que otro naufragio; por el momento busca llegar a puerto seguro en la odisea emprendida por el mundo peligroso de sus afectos, y encontrar en la isla de sus destinos una nueva forma de fe. Está nuevamente navegando a la deriva, pero los despojos que flotan a su alrededor son los suyos. Algo ha ganado, ya no teme ahogarse en océanos extraños, sabe que sólo podrán consumirla los mares escondidos de tristeza. Ya no teme llorar y las lágrimas han comenzado a limpiar los opacos cristales de su alma. La vida surgirá después, más nítida quizás, del otro lado de sus ojos, y podrá sentarse, como en una sala de cine, a contemplar las imágenes de estos últimos meses cual si fuera una más de los invitados al duelo." (Invitados al duelo, de Navegaciones y naufragios)