"Cosas por hacer antes de mi muerte", esto escribe Ann, la protagonista de Mi vida sin mí, en la parte superior de la hoja de un diario recién inaugurado. Le quedan 2 o 3 meses de vida, un cáncer que se propaga como el fuego con el viento le devora las entrañas. Ann tiene 23 años, vive con Don (el único hombre que ha besado, el único con quien se ha acostado), tiene dos hijas, vive en una casa rodante en el patio de la casa de su mamá, su papá lleva preso 10 años, tiene una amiga obsesionada con las dietas, trabaja en las noches haciendo el aseo en una universidad... y no ha tenido tiempo para pensar. Ann no le cuenta a nadie que se va a morir, sólo lo sabe el médico -un hombre muy sensible que parece sentir vergüenza por estar sano y tener una vida por delante mientras su paciente se está muriendo-, que se convertirá en un mensajero y, seguramente, en protagonista de la vida de Ann cuando ella ya no esté. "Si lo cuenta se hace real", me dijo mi amiga Diana mientras veíamos la película. No sé, ahora creo que si lo contaba, la muerte se convertiría en la protagonista de su vida durante los dos meses últimos, la muerte imprimiría su sello, dejaría rastros inolvidables, cambiaría el amor, el deseo, la alegría por compasión, por desesperación, por impotencia... Ann no quería morirse antes de morirse, por eso -creo- no dijo nada. Y siguió viviendo sus días como siempre, pero también de otra manera: conoció a un hombre del que se enamoró y que se enamoró de ella (en su lista escribió que quería besar a otro hombre, acostarse con otro para saber cómo era... y recibió el regalo de enamorarse, que es distinto). Volvió a ver a su padre, se puso uñas postizas, conoció a otra Ann que podría tomar su lugar en la vida de sus hijas y de Don, grabó mensajes de despedida para todos y su fue apagando mientras imaginaba su vida sin ella y sentía alegría anticipada porque quienes amaba estarían bien, bien sin ella y, quizás, mejor gracias a ella.
Es una bella película, de esas que mezclan el dolor y la alegría de manera perfecta; de las que salimos con el corazón encogido pero que, al contacto con la luz que nunca se extingue fuera de la sala de cine, hacen que ese corazón palpite con más intensidad. Es una película que te hace abrazar a tu amiga porque sí, porque la quieres y hace rato no la abrazas; una historia de esas que te acompañan durante días como la melodía de una canción infantil, y te calientan el alma...
1 comment:
Que casualidad! Ví esta misma película el sábado 4 de Junio, mismo día de tu post. No obstante, me quedó la impresión de haberla visto demasiado tarde. La había estado esperando más de un año con mi amiga Ana, habíamos visitado la página de esta mujer loca y divina llamada Isabel Coixet por club cultura y nos habíamos anticipado en algo al trailer, el comienzo de la peli, ese encantador comienzo bajo la lluvia, voz en off... La película: Ann de 23 años debe morir. Al comienzo me dije: bah, la misma historia de la persona que descubre su vida y le da un giro totalmente nuevo tras la noticia de su muerte!Tambien me dije: será como aquella extraña película que ví un extraño domingo en el teatrino del Jorge Eliecer Gaitán llamada "la vida como una enfermedad mortal transmitida por contagio sexual"??? Numerosas preguntas por el ser ante la realidad inmediata de su muerte, la pregunta existencial de la impotencia, todas esas cosas que saben tratar tan bien los polacos y en general los europeos. Me estaba aburriendo porque me dije: otra metáfora más de ese interminable texto de la enfermedad y sus metáforas de la Sontag (malditos reporteros: ella nunca se dejó ganar de su cáncer, porque la enfermedad no es algo en lo que se gane o se pierda, no es un campo de batalla, no aprendieron nada de ella? - Bueno, los bastardos nunca aprenden, los reporteron nunca aprenden) Lo que resultó de la peli que me vi y tú analizaste ese mismo sábado fue un giro maravilloso del cuento. A la manera de las películas de Richard Linklater la historia transcurre dentro de los parámetros de la vida, es decir, se aleja de los grandes giros del cine y las tramas literarias por fidelidad a la misma vida: la vida es menos El interprete y la guerra de las gálaxias.. en la vida nos aburrimos a morir, nos dormimos en momentos cruciales, nunca pasa nada y si pasa algo es tan circunstancial que carece de magia. En la vida hay relatos, narraciones, sueños y frustaciones. Isabel Coixet lo sabe y llena la historia de muchas vidas, vidas pequeñas, además de esas historias, historias dentro de las historias: no fue fenomenal la historia de los trillizos contada por Ann que hizo llorar a Ann??. El cómo la historia dentro de la historia se vuelve nuestra propia historia. Demasiado enredado? Lo sé. Sólo, me gustó demasiado Mi vida sin mí y me alegra que te haya gustado y la hayas reseñado. Me estoy volviendo un asiduo lector y comentador de este sitio; difícil dejar de serlo.
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