En dos ocasiones esta semana tuve la posibilidad de leer algunos de mis relatos. Leer en voz alta es un enorme placer para mí. Me gusta darle a los textos un ritmo mío, hecho de las pausas, la pronunciación justa, los silencios en los que miro a los escuchas... Sí, es un acto bello, una ceremonia. Este semestre no les he leído a mis alumnos, no sé por qué. Quizás se me olvidó simplemente; pero con los ejercicios de estos días he recordado lo que experimento cuando leo, cuando le regalo a otros una historia -escrita por mí o por alguien más, es mi regalo-. Al leer en voz alta para otros se crea una forma de contacto cálida y afectuosa. Palabras en el aire, como manos que se alargan para tocar a otros: palabras que tocan, que mueven, que sienten. Palabras que se extienden como una red, que cautivan. Sí, volveré a las antiguas ceremonias que había olvidado celebrar... Un abrazo con recomendación: leánle a alguien en voz alta y cuéntenme.
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