La primera parte de esta puntada tiene que ver con mi visita al Museo Nacional y al Museo del Oro. Nunca había ido a estos museos acompañada por una guía, así que estas visitas me han regalado aprendizajes y descubrimientos magníficos. No sabía yo que los retratos de Bolívar o de Santander fueron pintados siguiendo las instrucciones que les enviaban por carta; siempre me preguntaba por qué eran tan distintos entre sí... bueno, ya sé. Aprendí que las armaduras que se usaron durante la conquista no fueron las rígidas y pesadísimas que usaban los caballeros ingleses, sino que eran de cota de malla con una gran influencia mozárabe porque las otras eran inadecuadas; yo siempre me había imaginado a los españoles "cabalgando" (hubo poco caballo por la geografía nuestra) con sus armaduras... bueno, ya sé. Aprendí que los indígenas de algunas tribus, como los tumacos, se deformaban el cráneo no sólo con fines estéticos, sino también para distinguirse de sus enemigos en la batalla y no matarse entre sí... En fin, aprendí varias cosas interesantes, pero la riqueza de estas visitas no se limita a la información. Recorrer el Museo Nacional o el Museo del Oro (qué hermosas piezas... que armónica cosmovisión) implicó un viaje por ese pasado que nos conforma. Después de recorrer Suramérica, creo que mi manera de ver ha sido alterada de manera positiva: viendo los objetos en sus vitrinas, aparentemente inertes, logré imaginar una que otra vida allí sugerida. No se trata de la Historia con mayúscula, sino de las historias que cuentan aquellos objetos, los retratos, las piezas de culto, los espacios mismos (el museo - cárcel que retuvo a cientos de liberales que esperaban ser fusilados en la plaza contigua... La intervención de una fotógrafa en el salón de "la República", es impresionante ver estas fotografías de mujeres maltratadas en medio de la exposición tradicional de generales y presidentes, una historia de violencia en todos los ámbitos de la vida nacional). En fin, han sido dos experiencias conmovedoras que recomiendo sin duda.
La segunda parte tiene que ver con las relaciones en la distancia y la construcción de la imagen del otro y la propia durante esta forma de "conocimiento amoroso". Dos historias distintas han llegado a mí, dos mujeres que han sostenido una relación "amorosa" por correo electrónico y por teléfono, que se han sentido enamoradas, que han viajado con la intención de establecerse junto a su príncipe virtual y que han regresado tras la dolorosa desilusión. Entonces yo pienso... El enamoramiento se da en las tres "esferas" que nos componen: el cuerpo (erotismo), el corazón (emoción y sentimiento) y la mente (dimesión práctica y también espiritual). Claro todo sucede en el cerebro, pero metafóricamente estamos habituados a la distribución de funciones... En fin, los seres humanos necesitamos tener contacto físico con aquel que es objeto de nuestro afecto, necesitamos también crear con él la intimidad que nos permita revelarnos sin temor, requerimos conocer los hábitos y las prácticas del otros para organizar en conjunto la convivencia y para saber cómo se relaciona el amado con lo próximo visible e invisible. Así que no entiendo cómo uno puede enamorarse de alguien sin sentir su cuerpo, es más, me pregunto si en estos días en los que la virtualidad es tan presente y la corporalidad tan ausente pueden crearse vínculos, pueden establecerse verdaderos con-tactos (véase la alusión a la piel que está en la misma palabra). ¿Se puede crear intimidad por internet, por teléfono? ¿Puedo abrirme y mostrarme ante una pantalla, sin ver a los ojos al otro? ¿Qué sé de la forma como el otro vive, sí, en esas pequeñas cosas del día a día tan definitivas en el momento de la convivencia?
Yo creo que uno puede establecer relaciones de diversa índole a través de internet, especialmente relaciones comerciales. Dudo mucho de que las relaciones humanas puedan construirse sin presencia, sin contacto, sin intimidad. Hay quienes en el momento de "irse a vivir con el otro" logran re-crear la imagen que tienen, pueden enamorarse de alguien real; pero hay quienes no superan la des-ilusión ni lograr imaginar al otro de nuevo, amarlo en esa realidad porque no dejan de sentirse extraños, ajenos, distantes. Pues la distancia física -desde la cual se ha creado y sostenido este falso enamoramiento- crea distancia emocional y mental; distancia erótica, afectiva y simbólica que no desaparece al montarse en un avión ni al dormir en la misma cama.
1 comment:
La segunda parte de esta puntada me llegó como anillo al dedo.
Aunque yo me enamoré de un personaje con quien estuve poco tiempo "presencialmente", sostuvimos una relación a distancia varios meses después sin proponérnoslo, sino porque nos era imposible separarnos así no más. Sin embargo, ambos coincidimos luego en que es imposible y terminamos. Es terrible esta situación en la que las cosas quedan interrumpidas por la distancia. El jueves que vi a Adriana Varela en vivo decía un tango "la peor nostalgia es la de aquello que nunca fue". La distancia erótica, afectiva y simbólica...sí. Esa distancia entre Andrés y yo se nos salió de las manos...era incontrolable, era hasta ridícula porque lo que sentíamos era una realidad pero que no tenía un cuerpo donde posarse, ni unos ojos ni una sonrisa donde sumergirse, ni unas manos...
Gracias por tu bella entrada.
¡Tenemos que vernos!
Un abrazo muy grande.
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