Anoche llegaron a mi puerta superhéroes, brujas, hadas, payasos y hasta un perro hawaiano; la semana pasada yo fui la Mujer Maravilla y estuve de fiesta con Centella... Es divertido ser otro por un rato; imaginar que se poseen súper poderes y actuar desde la seguridad de la identidad encubierta. Disfrazarse tiene varios encantos; claro, nos devuelve a la infancia, cuando nos disfrazábamos todo el tiempo, cuando jugar significaba asumir personalidades y roles que encerraban la realización de nuestras fantasías. Hasta quinto de primaria, por ejemplo, yo jugaba a ser "Kelly", la de los Ángeles de Charlie, veía los capítulos y los grababa, luego me aprendía los parlamentos y, en los recreos, con mi amiga Jeanneth Munar -Kris-, "recreábamos" las aventuras de estas investigadoras privadas (había dos niños enamorados de nosotras, que nos perseguían durante los recreos, sin saberlo, siempre fueron los malos...). En el barrio -en la cuadra-, yo fui Perfumista durante muchas tardes; me ponía una bata blanca y hacía menjurges con flores y hojas que revolvía con alcohol y me aplicaba... También fui doctora -mis muñecas de trapo fueron mis pacientes-, vaquera, india, cantante... Sí, me gusta este poder evocador que tiene el disfraz, ahora. Otro encanto consiste en descansar de uno mismo, en jugar en público sin temor al ridículo; un mes al año tenemos licencia para andar por ahí, en las noches -claro, la noche-, en pantalón corto, en trusa, con el pelo pintado de colores... y eso es maravilloso. Algo que me sorprendío el sábado, fue ver a muchas "jovencitas" encarnando fantasías sexuales (enfermeras, colegialas, policías, hasta caperucitas, todas muy atrevidas) y caminando sin repararo por la calle, ¿qué pensaríamos de ellas en otro contexto? ¿Cuáles son los juegos que quieren jugar? En fin, ha sido un octubre divertido, ya estoy pensando en el próximo. Los dejo, con un abrazo "maravilloso".
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