Hace falta celebrar nuestros gritos de independencia y, también, aunque suene paradójico, nuestras elecciones conscientes de dependencia. Me explico: Hoy es 20 de julio, fiesta nacional que conmemora un intento frustrado de independencia -pero intento al fin- que se produjo hace 195 años... Nueve años después, el 7 de agosto de 1819, una batalla selló un proceso arduo de liberación... Sí, conocemos la historia. Y me parece bien celebrar la independencia. En la vida personal, hay muchos 20 de julio, es decir, muchos intentos frustrados de conseguir la independencia total, sin embargo, que haya deseos de conseguirla es digno de celebración. Mi primer florero roto estalló en pedazos cuando tenía 12 años. Era domingo... Cerca de las 6:00 de la tarde, mi mamá me dijo que me pusiera la chaqueta porque nos íbamos a misa; yo estaba viendo "Los Hart investigadores" -serie que me encantaba- y dije que no quería ir, ella insistió, mi hermano me hizo cara de "ve, por favor, para evitar problemas" (en mi familia existe una política de negación recurrente que consiste en creer que aguantarse las cosas es equivalente a evitar problemas...), así que me puse la chaqueta y me fui a la dichosa misa. Me quedé en la parte trasera de la iglesia y apenas el cura comenzó los avisos parroquiales, salí corriendo hacia el apartamento para alcanzar a ver el final del programa. Una media hora después llegó mi mamá. Estaba furiosa porque no le dije que me iba para la casa y ella se había quedado buscándome desesperada, estaba histérica y me dio una cachetada (la única de nuestras vidas). Me la quedé mirando a los ojos y le dije con voz pausada: "No vuelvo a misa, de acuerdo, no me gusta." Ella asintió. El florero se había hecho trizas, habíamos armado el revuelo y un gesto muy importante de independencia se había producido. Creo que esos momentos son dignos de celebrarse, son pequeñas conquistas que mantienen vivo nuestro deseo intenso de vivir nuestras vidas de acuerdo con nuestros parámetros (claro, los buscamos y los modificamos siempre, pero son nuestras búsquedas y nuestros cambios, así que no importa que no tengamos certezas, estamos buscando...). Luego vinieron otros floreros rotos y creo que se siguen rompiendo de tanto en tanto porque los padres son como los chapetones, no renuncian a su deseo de mantener el poder, porque sí, porque ellos son los padres..., y nosotros somos como el ejército rebelde, tercos e idealistas, dispuestos a subir descalzos a los páramos si hace falta. Ya no vivimos con ellos, ya luchamos nuestra batalla de Boyacá, sin embargo, es necesario recordarles y recordarnos de tanto en tanto que ya no somos su colonia (claro, de las luchas internas por librarnos de su poder dentro de nosotros... bueno, eso parece más complicado, como ahora con Estados Unidos, no están aquí, pero cómo pesan...). En fin, creo que debemos festejar nuestra independencia.
La peor consecuencia de una lucha tan larga y difícil por conseguir la independencia es que sentimos mucho miedo de depender, incluso cuando el aspecto de la dominación no hace parte de la relación y depender significa permitirse pedir apoyo y ayuda, y sentir que podemos contar con alguien. La palabra "dependencia" tiene connotaciones de enfermedad (los adictos son dependientes y las personas con parejas maltratadoras se conocen como dependientes); así que nos aterra pensar que somos dependientes. Pero el amor y las verdaderas relaciones amorosas tienen mucho que ver con una gratificante dependencia, un tipo de dependencia que significa, en realidad, confianza. !Qué difícil resulta! Creo que hombres y mujeres compartimos esta dificultad, nos cuesta mucho confiar en nuestra pareja porque estamos acostumbrados a pensar que pedir ayuda implica mostrar nuestra fragilidad, y sentimos que "toda fragilidad mostrada, podrá ser usada en nuestra contra". Lo sentimos porque quizás lo hemos vivido con algunas parejas, pero creo que tiene que ver con todas las relaciones personales que establecemos a lo largo de nuestra vida, en esta cultura donde ser duro y fuerte es lo ideal. Por eso, si nos permitimos ser dependientes de vez en cuando y nos atrevemos a confiar en quien amamos, es necesario celebrar. Porque permitirnos la dependencia gratificante es en sí mismo un gesto de independencia frente al discurso dominante de la fuerza, el control y la supremacía de quien "tiene la sartén por el mango". Vale la pena romper floreros por este lado, lo que ganamos en nuestro territorio personal es inimaginable. Dejo de tejer. Feliz día de la independencia y de la dependencia para todos.
1 comment:
Siempre he pensado que la dependencia es permanente; simplemente cambia de forma: se depende de los padres, se depende del trabajo, se depende de la pareja y se llega a depender de los hijos. Sin embargo, existen dependencias llevaderas e incluso dependencias que llegan a ser agradables.
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