Una alumna me pidió que escribiera algo sobre el erotismo en el cine y la literatura del Siglo XX, fácil, claro, y me dio dos cuartillas... aquí va el resultado de semejante apriete:
EL EROTISMO EN LA LITERATURA Y EL CINE CONTEMPORÁNEOS
Alcanzamos a aburrirnos de los finales felices que parecían obligatorios en el cine y en la literatura; sin embargo, ahora los echamos de menos. Salvo de las comedias románticas, de las telenovelas y de las novelas gringas tipo best seller, las relaciones amorosas han sido desterradas; incluso las consideramos una cursilería, aunque en el fondo sigamos anhelando el beso final como augurio de que viviremos algo semejante. Actualmente leemos y vemos mucho sexo, angustiosas búsquedas de pareja, recurrentes fracasos y, claro, toneladas de frustración: es decir, soledad. La relación de pareja parece una utopía, un invento de generaciones anteriores que no tiene posibilidad de ser en estos días, y del erotismo… Bueno, creo que tampoco abunda, aunque veamos mucha carne en las pantallas, no es frecuente lo verdaderamente erótico; la pornografía se ha tomado la casa. Vamos por partes.
Desde finales del Siglo XIX, el arte se propuso la recuperación del cuerpo, de los sentidos. Encontramos personajes que sufrían porque estaban desgarrados; la sociedad mutilaba a los hombres, condenándolos a ser racionales y morales. La sensibilidad física y el deseo debían contenerse, reprimirse; cuando se les daba rienda suelta acaecía la tragedia. Esta reivindicación de lo corporal se fue dando paulatinamente. A partir de los años 60, las sensaciones han sido las protagonistas. El cuerpo se convirtió en un territorio de exploración que se recorría a bordo de múltiples naves: desde las sustancias alucinógenas hasta los cuerpos ajenos. El cuerpo del otro dejó de ser destino para ser medio, pretexto de experimentación personal. La pregunta pasó de ser "¿Hasta dónde soy capaz de llegar en mi viaje hacia el otro?" a "¿Hasta dónde soy capaz de llegar en mí mismo y mis sensaciones?": el comienzo del aislamiento sensorial y emocional, de la supremacía del cuerpo.
Luego vino el uso y el abuso del cuerpo como estrategia de mercadeo: si no se veían o se leían cuerpos desnudos el relato no resultaba muy comercial. Las escenas eróticas se valorizaron, así como las persecuciones y las mentes criminales. Dejamos de hablar de personajes, de buenas actuaciones para hablar de "símbolos sexuales" y, en la literatura, de "autores polémicos". Polémicos porque convirtieron su vida sexual en tema público, quizás en la misma proporción en que sus obras carecían de tema… En pocos años, pasamos de considerar un escándalo la revelación de la homosexualidad de una figura pública a pensar que resulta incluso vergonzoso no haber tenido "experiencias" homosexuales, grupales, alucinógenas o todas las anteriores a la vez. Y este afán de experimentación unido al culto del cuerpo joven y bello (desde ciertas concepciones bastante restrictivas) ha generado un nuevo tipo de personaje cinematográfico y literario: el solitario depresivo y neurótico. Aún en medio de las multitudes y teniendo a su alcance los más sofisticados medios de comunicación, incluso relacionándose sexualmente de numerosas y variadas formas, estos personajes se descubren incapaces de establecer relaciones verdaderas, ni siquiera con ellos mismos. Obligados a permanecer en el exterior, en la superficie, en las apariencias, actúan de manera aparentemente libre, pero están sometidos por reglas y poderes económicos que los usan y los sobrepasan. No saben permanecer dentro de ellos mismos, lo que hace de los cuerpos cascarones vacíos. De ahí que al relacionarse sexualmente con otros cuerpos, el contacto no sobrepase la capa de piel; incluso para experimentar sensaciones físicas significativas requieren estimulantes de naturaleza múltiple, porque el estimulante natural es la imaginación, pero los cuerpos sin alma no imaginan. Lo que nos diferencia de otros animales no es el lenguaje (muchas especies se comunican), sino la imaginación. La imaginación convierte el sexo en erotismo y el erotismo en amor. Nuestros personajes contemporáneos se sienten solos y buscan, sin éxito, la compañía fuera de sí mismos; cambian periódicamente de sucedáneos de presencia real. Pero sin mirarse, sin imaginarse, no conseguirán sentir aquello que tanto anhelan y que tanto temen: el erotismo y el amor. Los cuerpos han remplazado a las personas, pero un cuerpo no es un personaje interesante, se agota con tanta facilidad como se agotan las relaciones fundadas en él.
Como colofón que no tuvo lugar en el texto original, creo que el arte verdadero siempre nos alerta sobre estas mutilaciones; no todas las películas ni todos los libros son obras de arte, en las verdaderas obras, la existencia de este tipo de personajes actúa como espejo-alarma, nos llevan inevitablemente a pensar en nosotros mismos.... Un abrazo conmovido por esos comentarios... Hasta la próxima puntada.