Wednesday, July 27, 2005

Puntada sobre las desconexiones

Dediqué el domingo pasado a revisar los programas de mis cursos, a decidir cambios (teniendo en cuenta lo que funcionó o no el semestre anterior), a elegir las lecturas y a pensar qué sentido tenían y qué podríamos hacer a partir de ellas... En esas estaba cuando tuve una sensación muy plancentera: "Estoy pensando", me dije con cierta sorpresa, y me sentí feliz, aunque también comprendí que llevaba más o menos un mes dedicada a muchas actividades que no requerían demasiado esfuerzo mental: comprendí a qué se debía mi agotamiento y un cierto mal genio que me venía atormentando la semana anterior. Un periodo dedicado a "las cosas de este mundo" (por llamarlas de algún modo), sin tener tiempo ni energía física para leer una buena novela o ir a cine: eso es lo que llamo desconexión. Esto no tiene nada que ver con una postura de intelectual, en realidad suelo moverme en la tierra y en las nubes simultáneamente porque así soy y ya, no se trata de un propósito o algo por el estilo. Sé que hay quienes se radican permanentemente en uno de los dos lados, yo no puedo, soy Sagitario con ascendente Tauro, así que no puedo evitar ser un poco de aquí y un poco de allá. Pero cuando el equilibrio se rompe, cuando me desconecto, me empiezo a sentir mal, muy mal... El lunes comenzaró el semestre, conocí a mis alumnos (creo que aún navegaba en un líquido maluco, porque darse cuenta de una situación es sólo el inicio de la solución...), he estado leyendo y preparando las clases y un par de conferencias... me estoy conectando, y empiezo a sentirme bien, muy bien. En fin, esta puntada llega a su fin. Un abrazo.

Wednesday, July 20, 2005

Puntada sobre la independencia

Hace falta celebrar nuestros gritos de independencia y, también, aunque suene paradójico, nuestras elecciones conscientes de dependencia. Me explico: Hoy es 20 de julio, fiesta nacional que conmemora un intento frustrado de independencia -pero intento al fin- que se produjo hace 195 años... Nueve años después, el 7 de agosto de 1819, una batalla selló un proceso arduo de liberación... Sí, conocemos la historia. Y me parece bien celebrar la independencia. En la vida personal, hay muchos 20 de julio, es decir, muchos intentos frustrados de conseguir la independencia total, sin embargo, que haya deseos de conseguirla es digno de celebración. Mi primer florero roto estalló en pedazos cuando tenía 12 años. Era domingo... Cerca de las 6:00 de la tarde, mi mamá me dijo que me pusiera la chaqueta porque nos íbamos a misa; yo estaba viendo "Los Hart investigadores" -serie que me encantaba- y dije que no quería ir, ella insistió, mi hermano me hizo cara de "ve, por favor, para evitar problemas" (en mi familia existe una política de negación recurrente que consiste en creer que aguantarse las cosas es equivalente a evitar problemas...), así que me puse la chaqueta y me fui a la dichosa misa. Me quedé en la parte trasera de la iglesia y apenas el cura comenzó los avisos parroquiales, salí corriendo hacia el apartamento para alcanzar a ver el final del programa. Una media hora después llegó mi mamá. Estaba furiosa porque no le dije que me iba para la casa y ella se había quedado buscándome desesperada, estaba histérica y me dio una cachetada (la única de nuestras vidas). Me la quedé mirando a los ojos y le dije con voz pausada: "No vuelvo a misa, de acuerdo, no me gusta." Ella asintió. El florero se había hecho trizas, habíamos armado el revuelo y un gesto muy importante de independencia se había producido. Creo que esos momentos son dignos de celebrarse, son pequeñas conquistas que mantienen vivo nuestro deseo intenso de vivir nuestras vidas de acuerdo con nuestros parámetros (claro, los buscamos y los modificamos siempre, pero son nuestras búsquedas y nuestros cambios, así que no importa que no tengamos certezas, estamos buscando...). Luego vinieron otros floreros rotos y creo que se siguen rompiendo de tanto en tanto porque los padres son como los chapetones, no renuncian a su deseo de mantener el poder, porque sí, porque ellos son los padres..., y nosotros somos como el ejército rebelde, tercos e idealistas, dispuestos a subir descalzos a los páramos si hace falta. Ya no vivimos con ellos, ya luchamos nuestra batalla de Boyacá, sin embargo, es necesario recordarles y recordarnos de tanto en tanto que ya no somos su colonia (claro, de las luchas internas por librarnos de su poder dentro de nosotros... bueno, eso parece más complicado, como ahora con Estados Unidos, no están aquí, pero cómo pesan...). En fin, creo que debemos festejar nuestra independencia.
La peor consecuencia de una lucha tan larga y difícil por conseguir la independencia es que sentimos mucho miedo de depender, incluso cuando el aspecto de la dominación no hace parte de la relación y depender significa permitirse pedir apoyo y ayuda, y sentir que podemos contar con alguien. La palabra "dependencia" tiene connotaciones de enfermedad (los adictos son dependientes y las personas con parejas maltratadoras se conocen como dependientes); así que nos aterra pensar que somos dependientes. Pero el amor y las verdaderas relaciones amorosas tienen mucho que ver con una gratificante dependencia, un tipo de dependencia que significa, en realidad, confianza. !Qué difícil resulta! Creo que hombres y mujeres compartimos esta dificultad, nos cuesta mucho confiar en nuestra pareja porque estamos acostumbrados a pensar que pedir ayuda implica mostrar nuestra fragilidad, y sentimos que "toda fragilidad mostrada, podrá ser usada en nuestra contra". Lo sentimos porque quizás lo hemos vivido con algunas parejas, pero creo que tiene que ver con todas las relaciones personales que establecemos a lo largo de nuestra vida, en esta cultura donde ser duro y fuerte es lo ideal. Por eso, si nos permitimos ser dependientes de vez en cuando y nos atrevemos a confiar en quien amamos, es necesario celebrar. Porque permitirnos la dependencia gratificante es en sí mismo un gesto de independencia frente al discurso dominante de la fuerza, el control y la supremacía de quien "tiene la sartén por el mango". Vale la pena romper floreros por este lado, lo que ganamos en nuestro territorio personal es inimaginable. Dejo de tejer. Feliz día de la independencia y de la dependencia para todos.

Tuesday, July 12, 2005

Puntada sobre los cambios extremos

Anoche vi cómo una señora de Bucaramanga (que trabaja en un parqueadero de la zona centro de la ciudad) y un joven bogotano (que vive en Álamos) fueron transformados de manera radical por medio de cirugías plásticas y tratamientos físicos y estéticos. Asombroso, sí, cómo no. En dos meses, estos dos personajes se convirtieron en unas nuevas criaturas. Me alegró comprobar que los tratamientos dentales no se originaron en el desaseo (como sucede en el Extreme Makeover), sino en problemas normales, y me desagradó el tipo de narración melodramática que es el programa en sí. En fin, lo que me ha dejado pensando es el mecanismo mental que está tras estos programas; ahora ganarse la lotería consiste en inscribirse para participar en un show de estos (bien sea para ganar dinero luego de estar en una isla, para convertirse en estrella de televisión, para conseguir un trabajo en una empresa o para cambiar completamente la apariencia). Durante varios años, hemos sufrido los estragos que el narcotráfico y su filosofía del dinero fácil ha dejado en nuestras cabezas, tan ansiosas de ganancias instantáneas y enormes. En la universidad, por ejemplo, algunos de mis estudiantes consideran que leer un libro es un esfuerzo demasiado grande para obtener una nota, y si se leen el libro dan por sentado que merecen un 5.0, pues, porque sí, porque "profe, pero si me leí el libro". Ni hablar de los otros comportamientos que dentro y fuera de la academia surgen de esta concepción acerca del esfuerzo y del trabajo como algo indeseable. Quizás estoy hablando como una viejita... es probable. Sin embargo, creo que sólo hablo desde el placer indescriptible que me ha generado conseguir ciertas cosas desde mi esfuerzo (comprender algo luego de leer y releer un texto que me era esquivo; perder un par de kilos después de haber aprendido a comer bien; comprar las Obras Completas de Borges tras haber ahorrado durante meses; sentir que estoy enamorada de la misma persona después de compartir con ella siete años de mi vida...) . El placer de ganarle a la dificultad, la sensación de fuerza que se tiene cuando nos damos cuenta de que somos capaces de superar obstáculos, de vencer nuestras propias taras y enfrentar nuestros miedos, es algo que sólo puede experimentarse desde la conciencia de que el trabajo y el esfuerzo son necesarios, son el camino de iniciación, el verdadero premio. A nadie le cambia la vida de la noche a la mañana; ¿qué va hacer un roquero anónimo de Álamos con ropa de Ricardo Pava, cómo se va a sentir cuando se acueste con su esposa gorda? ¿qué va a sentir la señora de Bucaramanga cuando vuelva a su dieta habitual de pasta con arroz y ya no quepa en el vestido de Elvira Carrascal?... ¿van a volverse a inscribir en un programa para que otros hagan el cambio por ellos? Quizás. Porque detrás de este deseo de ganarse la lotería está el verdadero deseo: que otros hagan el esfuerzo por nosotros, que la felicidad nos caiga del cielo, nos llegue por correo y con manual de instrucciones.
Puesto que mi interés en la vida es el de comprender las extrañas relaciones humanas, me pregunto con un poco de dolor: ¿qué tipo de relaciones podemos construir desde este imaginario de la facilidad y el milagro?... Pensaré en ello y volveré a tejer. Un abrazo.